Recuperar los empleos y los ingresos perdidos ‒ojalá llevándolos a calidades superiores a las vigentes en la prepandemia‒ es el principal reto de las autoridades y agentes de la economía nacional. Para lograr este propósito es necesario mantener o elevar la aceleración de la reactivación previniendo el estancamiento económico.
La crisis de desempleo combinada con los apuros del tejido empresarial es igual a demanda agregada débil, más inventarios y menos caja para las empresas, situación que ha elevado la cartera crediticia mala que junto con las caídas de las ganancias de los bancos está abriendo un boquete patrimonial en el sistema financiero, que de no llegar a solventarse por parte de quienes lo sufran acarreará una gran presión sobre las finanzas públicas desde un sector que a través del crédito administra recursos equivalentes a más de la mitad del PIB.
Para el próximo semestre se ve venir otra reforma tributaria. Todo indica que se intentará gravar de nuevo al consumo de bienes y servicios, muchos de ellos de primera necesidad, en donde vuelve a sonar subirles los impuestos a los combustibles fósiles. Gravando servicios públicos no se corregirán las deficiencias en progresividad tributaria. Es bueno recordar que el consumo de leña, un energético que aún emplean un millón de personas en el país, bajó desde la década de los sesenta no por efecto de impuestos o prohibiciones, sino por los incentivos al capital ‒que fluyó hacia la producción de otros energéticos‒, y a la demanda vía subsidios.
Además de lo tributario vendrán discusiones sobre cómo acoplarse a la diversificación de la matriz energética. Se nos ha dicho que la visión es pasar de las estaciones de servicio a los puntos de provisión de energía. ¿Cerrará financieramente este nuevo formato? ¿toda la diversidad de capitales y tamaños empresariales que existen en la actividad podrán andar estos caminos? Todavía hay mucha tela por cortar en la discusión.
En España, por ejemplo, los empresarios de la distribución minorista subsidian la operación de las electrolineras y en el pasado, aquí en Colombia, se incentivó a muchos a entrar a la venta de gas natural vehicular y ante el incumplimiento de las expectativas a no pocos les tocó poner la reversa ‒desde 2014 el número de estaciones de servicio de gas natural vehicular retrocedió un 30 por ciento‒.
Otros temas que implicarán debates en la cadena de combustibles serán las políticas públicas de competencia, garantizar que el ingreso neto de los distribuidores cubra los costos operacionales y genere rentabilidad, y la calidad y la accesibilidad a los combustibles. Todas discusiones que daremos pensando en el progreso de los empresarios de la distribución minorista y el bienestar social. ¡Recuerden mantener el auto cuidado! En 2021 COMCE seguirá tanqueando de buena energía a Colombia.
Bogotá, 22 de diciembre de 2020